Luis Briceño

Mi Casa y amor por el Bowling

Nací el 21 de septiembre de 1994 en la ciudad de Barquisimeto, Venezuela. Mi amor por el Bowling nació de muy niño cuando mis padres me llevaban a ver a mi abuelo Jesus competir en los torneos del Club. A mis 7 años tiré mi primera bola en las pistas del ‘Bowling Chucho Briceño’ del Country Club. Una pequeña bolera de 4 pistas donde crecí y la que considero mi casa. Allí pasé muchas horas, todas las tardes jugando con mis hermanos del bowling. Joel, el encargado del bowling, nos hacía los patrones a mano con un spray y un coleto, con volumen y longitud de mantenimiento al ojo por ciento. Durante semanas jugábamos con el carry down de aceite viejo de varios días, porque, aunque se hicieran las pistas no se limpiaba el backend, y nos tocaba ser creativos haciendo el shape del patrón secando las orillas con un paño. No había máquinas de aceitado sofisticadas, ni software que analice la trayectoria y revoluciones de la bola, break point o ángulos de entrada al pocket. Pero fuimos capaces de desarrollar habilidades con los recursos que teníamos. Competíamos, nos divertíamos y nos jugábamos el honor de quien era el mejor jugador del Club. Jugábamos decenas de partidas de manera ininterrumpida, hasta rompernos los dedos y escuchando en loop los discos quemados que había en el equipo de sonido del bowling de los adolescentes, proyecto uno y la dimensión latina. El horario del Bowling era solo un papel pegado en la puerta, porque siempre éramos nosotros mismos quienes cerrábamos la bolera.
Los torneos del Country Club eran toda una experiencia llena de emoción y tradición. Durante la semana de competencia, se colocaba una pizarra con los equipos clasificados y eliminados, generando gran expectativa mientras se contaban los pines derribados de cada equipo, para ver si clasificabas a la final el domingo o te ponian un QEPD rojo en mayúscula. Los torneos de reenganche se extendían hasta que no quedara nadie por intentarlo, y algunas veces los últimos squads seguían hasta el amanecer del domingo. Los jugadores venían de fuera para vivir esta experiencia, con anécdotas memorables como Piccari tirando un juego perfecto a pesar de una cubeta sobre la pista para contener el agua de la lluvia que se filtraba. Los torneos de aniversario eran una fiesta que duraba toda la semana y ganar ese evento era un honor para cualquier jugador del club.
Mi obsesión con el bowling iba más allá de la bolera. Desde muy niño, todo en mi vida giraba en torno a este deporte. Tenía videojuegos de bowling, cintas VHS de Amleto jugando torneos en los 90s, mi cuarto estaba decorado con todo tipo de accesorios relacionados con el bowling, y mis cumpleaños, por supuesto, siempre eran en la bolera. Trataba de  Convencer a mis amigos para que se inscribieran conmigo en clases de bowling. En casa, acumulaba pines viejos de la bolera que ya no se usaban e incluso dormía con ellos. Y en el patio, con botellas de Coca-Cola y un balón de fútbol, improvisaba mi propio bowling, poniéndole agua al suelo para simular el aceite de las pistas.
Había algo especial en el olor del aceite, en el ruido de las máquinas al encenderse, en el sonido de la bola rodando por la pista y el golpe de los pines al caer. Cuando la bolera estaba vacía, esos sonidos resonaban en el espacio, haciéndome sentir que no había nada más en el mundo, solo el bowling y yo. Esa sensación de pertenencia, de estar en casa, despertó en mí un amor profundo y duradero por este deporte.
Hoy, al mirar atrás, sé que esa bolera, esos amigos, esa música, y cada partida jugada fueron los pilares de lo que hoy siento por el bowling. Fue una época sencilla y sin pretensiones, pero llena de momentos que definieron mi vida.

Bowling Venezolano

A los 9 años jugué mi primer torneo nacional en categoría sub-15, logrando mi primera medalla de oro en parejas en la Bolera Pin Aragua, en la ciudad de Maracay.
A los 14 años, el 26 de octubre de 2008, tuve la oportunidad de participar en el Torneo Fundadeporte Batalla de Carabobo en la categoría juvenil sub-16, celebrado en Bowling Mampote. En este evento, logré mi primer campeonato nacional, consolidando mi pasión y compromiso con el bowling competitivo.
El siguiente año, en 2009, viví uno de los momentos más memorables de mi carrera: conseguí mi primer juego perfecto el 7 de noviembre en Bowling del Country, en Barquisimeto. Con tan solo 15 años, en las semifinales de la liga del Country, logré la hazaña de los 300 puntos, lo que me llevó a avanzar a la final y finalmente ganar el campeonato liguero.
En 2015, mi progreso en el bowling venezolano continuó avanzando. El 3 de marzo de ese año, recibí el reconocimiento de la Federación Venezolana de Bowling con el ascenso a la 1era categoría, lo cual representó un paso importante en mi trayectoria deportiva, al cumplir con los requisitos estipulados en los reglamentos de la federación.
Ese mismo año, el 16 de diciembre, la Asociación de Bowling del Estado Lara me otorgó el reconocimiento como Atleta del Año 2015 en la categoría juvenil sub-21, un honor que reflejó mi esfuerzo y dedicación en el deporte.

Bowling Larense

A los 8 años, mis padres me inscribieron en Fundela, la escuela de bowling del estado Lara, ubicada en el emblemático Bowling 20. Fue allí donde empecé a entender el bowling no solo como un juego, sino como una verdadera disciplina. Mis inicios en el Bowling 20 marcaron el momento en que empecé a canalizar mi talento y a conocer los tecnicismos del deporte. Me codeaba con los mejores jugadores de Lara y soñaba con jugar como ellos: con potencia, velocidad, revoluciones y un gran péndulo.  Al llegar al Bowling 20, había que atravesar una vitrina con todos los trofeos y títulos de Amleto para acceder al bowling. Esa imagen alimentaba mis aspiraciones de jugar como los grandes, y era un recordatorio constante de lo que era posible alcanzar, que potenciaban mi determinación.
Mis bases y mis primeras nociones de bowling me las impartió Rubén Cárdenas, un profesor que entrenó a figuras prominentes del bowling larense y venezolano, como Amleto Monacelli, Ildemaro Ruiz, Hernán Ramírez, Carlos Cottone entre otros jugadores. Más tarde, tuve el privilegio de ser alumno de Amleto, Hall de la Fama de la PBA y la USBC, e Ildemaro, ganador de 1 PBA Regional y más de 11 títulos internacionales, dos gigantes del bowling mundial, ambos oriundos de Barquisimeto. Ellos me transmitieron muchos de los conocimientos de los que hoy sé de este deporte, y se convirtieron en dos de mis grandes referentes.
Crecí en un entorno impregnado de bowling: mis padres, mis abuelos y sus contemporáneos lo practicaban, y yo seguí sus pasos jugando junto a los hijos de ellos. Pasé de observarlos desde las gradas a compartir en pista con ellos, compitiendo en torneos junto a mi abuelo, mi tío, mi papá y mi hermano. Juntos logramos ganar varios campeonatos y ligas locales.
Mi familia fue un pilar fundamental en este camino. Mis padres hicieron un gran esfuerzo por llevarme a clases de bowling todos los días, sin importar las dificultades. Mi abuelo Luis, a quien hace honor mi nombre, me compró mis primeros zapatos y mi primera bola de bowling, marcando el inicio de mi trayectoria en este deporte. Siempre creyeron en mí y me apoyaron en algo que para algunos podría parecer poco convencional, pero que para nosotros era mucho más que un deporte: era una tradición llena de significado y valores. En cada ciudad del país en la que competí, ahí estaban mis padres en primera fila, celebrando cada logro con orgullo. Su presencia constante y su entusiasmo fueron y han sido el motor impulsor no solo en mi desarrollo como jugador, sino también en mi vida.

En Barquisimeto, el bowling trasciende el deporte: es un punto de encuentro social, una fiesta, una disciplina que enaltece talentos y celebra su excelencia; es parte de la cultura larense. A pesar de ser una ciudad con solo dos boleras, el bowling es una tradición profundamente arraigada. Este amor por el bowling ha sido transmitido de generación en generación, convirtiéndose en parte de la identidad de la capital larense, que ha sido cuna de destacados jugadores. A diferencia de otras regiones donde el bowling pasa desapercibido o es subestimado, en la Ciudad Crepuscular los que sobresalen en este deporte son respetados y admirados.
Mi camino en el Bowling Larense marcó mi esencia como jugador y fue posible gracias al apoyo incondicional de mi familia y la inspiración de grandes figuras. Con orgullo llevo esta pasión como parte de mi identidad, honrando un legado que trasciende las pistas y representa a nuestra ciudad en el mundo.

Bowling Español e internacional

Llego a Madrid a finales del 2015 y ficho por el Club Celta de Vigo. Mi ascendencia española por parte de mi abuelo materno originario de Sahagún un pueblo pequeño en la provincia de León, es la razón por la que me nacionalizo español y soy capaz de participar en los rankings para el seleccionado español. En 2018, logro por primera vez formar parte del conjunto ibérico y me consagro como numero 1 del ranking español ese año.

Durante estos años vistiendo la camiseta del seleccionado español he representado a España en el Mundial Masculino de Bowling de 2018 en la ciudad de Hong Kong, en el campeonato europeo campeón de campeones (ECC) de 2018 en la ciudad de Frankfurt y en los campeonatos Europeos celebrados en Munich en 2019 y Wittelsheim en 2023. Actualmente, juego en el tour europeo acudiendo a varios torneos abiertos del circuito europeo y también del circuito de abiertos de España. Soy jugador activo del Club de Bowling Celta de Vigo en la División de Honor de la liga nacional de España levantando el título liguero en varias ocasiones con el conjunto gallego.

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